Prohibido rezar

Prohibido rezar

Voluntarias de 40 Días por la Vida participan en una vigilia de oración frente a un centro de Planned Parenthood en Smithtown, Nueva York.

Los últimos meses, la política en España está muy movida. Han pasado tantas cosas que, como es costumbre en nuestro tiempo, nos olvidamos con facilidad de cada uno de los despropósitos que nuestros dirigentes se atreven a llevar a cabo, porque cuando no nos da tiempo aún a indignarnos con la enésima patochada que se les ocurre, van y se presentan con otra, o con peleas entre ellos o incluso con meteduras de pata bastante ridículas. Parece que su trabajo consista en eso. Además, se suma el hecho de que cada vez tenemos la memoria más corta, cada vez somos más insensibles por la injusticia, y esto es mucho más grave.

Hace un mes, el gobierno presentó una propuesta para reformar el Código Penal por medio de la cual podrían penalizar cualquier acto de «acoso» (aquí las comillas son más importantes que nunca) en las inmediaciones de las clínicas que practican abortos. El problema en este caso es que con esta medida se intenta manifiestamente penalizar incluso los actos de oración delante de instalaciones de este tipo. Ya se sabe, el acoso, que es muy malo.

Es imposible conocer con claridad las intenciones del corazón del prójimo, también las de los políticos. No sabemos por qué proponen semejante insensatez, pero es seguro que, si quieren prohibir esto, es porque ocurren realmente actos de este tipo. Y así es. España es el segundo país de Europa con más iniciativas de Cuarenta Días por la Vida, una organización dedicada a acabar con el aborto por medio de la oración. No se trata de una organización estrictamente católica, sino que numerosas confesiones cristianas, convencidas de que el aborto es una aberración moral, se agrupan en ella con el fin de organizarse en este tipo de actos. En España en particular se encarga de organizar a los grupos durante el tiempo de cuaresma, cuarenta días antes de la Pascua de Resurrección, para que sea este precisamente un tiempo de oración y penitencia dedicado a reparar la ofensa de este pecado tan grave de nuestro tiempo y a pedir a Dios por el fin del horror que supone. Por ello, el próximo día 2 de marzo, miércoles de ceniza, comenzarán a presentarse los grupos durante toda la cuaresma ante clínicas de casi veinte ciudades para rezar a Dios por el fin del aborto.

Llegados hasta aquí, los participantes de esta iniciativa nos parecerán o bien unos valientes o bien unos locos. Podríamos tener razón en ambos casos, dependiendo de cada participante. Para colmo, este año la organización en España ha comunicado que han recibido más inscripciones que nunca, con un crecimiento sorprendente respecto a años anteriores. Más locos y más valientes. A decir verdad, la reforma de la ley no ha entrado en vigor, pero, pendiente de su aprobación en el Senado, podría hacerlo durante el tiempo que duren las convocatorias de oración. Por tanto, si ni siquiera se van a dedicar a convencer con palabras a las mujeres que, casi siempre indecisas y asustadas, acuden a estos centros, ¿qué lleva a todos estos valientes (y/o locos), en su mayoría jóvenes, a echarse a la calle para rezar? Sólo puede ser la fe. Las personas que participan de estas convocatorias se dedican a rezar y a nada más, animados por la confianza en que Dios acabe con una tremenda injusticia contra la que ellos poco pueden hacer. Sólo pueden rezar, y eso hacen. Y ahora eso será ilegal.

Está claro que en este mundo queda gente -mucha gente- convencida de sus principios, del valor de la justicia, de la fe, que aún no están adormecidos por los somníferos del presente, pero no suelen ser los que se encargan de dictar la ley. Pocas veces la sociedad se cambia a golpe de decreto, y muchas menos se acaba con la injusticia desde los tronos. Es la propia sociedad la que se mueve para conseguir sus objetivos, y los cristianos estamos llamados a ser el alma de la misma, porque el mundo no se podrá salar si la sal se vuelve sosa.

Esta cuaresma debemos rezar mucho por las grandes crisis que nos amenazan, como la guerra, la enfermedad o la violencia silenciosa que es el aborto. El fin de estos horrores podrá no llegar nunca, pues sabemos que este mundo no es perfecto, pero los hijos de Dios estamos aquí para luchar por extender la libertad que nos ha ganado Cristo sobre el pecado. Es nuestra responsabilidad ser activos por el Reino de Dios. Y si no podemos acudir a iniciativas como esta, la oración por los valientes que se lanzan a la vanguardia es para nosotros una obligación.
 
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