En una situación como la que se está viviendo en muchos lugares de Ucrania es muy difícil encontrar consuelos. Gracias a la conexión de la que disfrutamos en el mundo de hoy, todo el que haya querido informarse ha podido leer noticias escalofriantes y ver imágenes horrendas que nos muestran las miserias más evidentes de la guerra que en Europa ya habíamos olvidado. El pueblo de Ucrania está sufriendo una agresión injusta, injustificada y sin sentido. En su tierra y entre sus parientes y amigos está derramándose una violencia sangrienta vertida sobre ellos por un pueblo hermano, y aun así resisten. La resistencia de los ucranianos contra una invasión mortífera que ya dura tres semanas es titánica, y hasta milagrosa podemos decir. Yo mismo no dudo que Dios auxilia a los justos, a los débiles y a las víctimas que sufren sin sentido esta agresión absurda. Todo esto nos hace recordar que los efectos del pecado en nuestro mundo son implacables, y que no podemos escapar a los males que los hombres desatamos sobre nosotros mismos.
Sin embargo, nunca es todo desesperanza. Estamos viendo en la propia resistencia numantina de los ucranianos una intención brutal de recuperar su país expulsando al invasor, como si atendieran a un futuro próximo en que recuperen la paz y la libertad. No habría esa resistencia sin esperanza, y la esperanza la da Dios.
Pero también Dios actúa por medio de sus ministros, y no sólo sus sacerdotes -que también- sino cualquiera en quien quiera apoyarse para distribuir la gracia de su misericordia. En este sentido, no deberíamos olvidar, en primer lugar y como hemos dicho, a los sacerdotes que no han abandonado el infierno con el que se han encontrado en sus propias ciudades. Estos hombres están tan comprometidos con su servicio a la Iglesia y al mundo haciendo presente a Jesucristo por medio de los sacramentos y de la caridad con sus hermanos que han continuado sus labores pastorales, dentro de la emergencia, de tal manera que no desisten en su trabajo. Mucho incluso se han visto obligados a hacerlo entre los soldados ucranianos, en primera línea defensiva, donde también son muy necesarios.
Además, muchos de estos ángeles, la mayoría, que traen paz y cubren las necesidades entre los más vulnerables en estas circunstancias, son voluntarios que entregan su tiempo a una labor de caridad motivada por la gracia de Dios. Muchos de estos voluntarios se enmarcan en la mayor organización de la Iglesia dedicada a la atención de los perseguidos por causa de su fe y a los creyentes que sufren lo peor de este mundo, que es Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN por sus siglas en inglés). Es una organización internacional que gestiona aportaciones recaudadas en más 145 países de todo el mundo y que cuenta con la colaboración de incontables voluntarios en todos ellos. En este caso, ya son cientos de ellos los que se han desplazado a la frontera polaca para auxiliar a los refugiados que huyen de sus hogares en pésimas condiciones. Por su motivación cristiana, esta organización se dedica casi en exclusiva a auxiliar a los cristianos necesitados de todo el mundo que sufren a causa de su fe, pero nunca se queda inmóvil ante situaciones repentinas de crisis humanitaria como a la que estamos asistiendo. De hecho, es gracias al trabajo de ACN por lo que conocemos numerosos casos de sacerdotes, seminaristas, consagrados y fieles que han dado su testimonio ante los voluntarios que los han auxiliado. Es, de hecho, muy recomendable explorar en su portal web las impresionantes historias de perseverancia en la fe que nos llegan gracias a ellos.
Nuestras oraciones siguen con Ucrania, pero tampoco podemos olvidar a aquellos, como los voluntarios de ACN, que están haciendo posible que llegue la ayuda humanitaria, el auxilio de las personas que ven vulnerados sus derechos más básicos, los militares, médicos, sacerdotes y profesionales de todo tipo - hemos visto hasta músicos cantando para los refugiados en el metro de Kiev- que con su servicio y su entrega evitan que las tragedias sean mayores.
Sin embargo, nunca es todo desesperanza. Estamos viendo en la propia resistencia numantina de los ucranianos una intención brutal de recuperar su país expulsando al invasor, como si atendieran a un futuro próximo en que recuperen la paz y la libertad. No habría esa resistencia sin esperanza, y la esperanza la da Dios.
Pero también Dios actúa por medio de sus ministros, y no sólo sus sacerdotes -que también- sino cualquiera en quien quiera apoyarse para distribuir la gracia de su misericordia. En este sentido, no deberíamos olvidar, en primer lugar y como hemos dicho, a los sacerdotes que no han abandonado el infierno con el que se han encontrado en sus propias ciudades. Estos hombres están tan comprometidos con su servicio a la Iglesia y al mundo haciendo presente a Jesucristo por medio de los sacramentos y de la caridad con sus hermanos que han continuado sus labores pastorales, dentro de la emergencia, de tal manera que no desisten en su trabajo. Mucho incluso se han visto obligados a hacerlo entre los soldados ucranianos, en primera línea defensiva, donde también son muy necesarios.
Además, muchos de estos ángeles, la mayoría, que traen paz y cubren las necesidades entre los más vulnerables en estas circunstancias, son voluntarios que entregan su tiempo a una labor de caridad motivada por la gracia de Dios. Muchos de estos voluntarios se enmarcan en la mayor organización de la Iglesia dedicada a la atención de los perseguidos por causa de su fe y a los creyentes que sufren lo peor de este mundo, que es Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN por sus siglas en inglés). Es una organización internacional que gestiona aportaciones recaudadas en más 145 países de todo el mundo y que cuenta con la colaboración de incontables voluntarios en todos ellos. En este caso, ya son cientos de ellos los que se han desplazado a la frontera polaca para auxiliar a los refugiados que huyen de sus hogares en pésimas condiciones. Por su motivación cristiana, esta organización se dedica casi en exclusiva a auxiliar a los cristianos necesitados de todo el mundo que sufren a causa de su fe, pero nunca se queda inmóvil ante situaciones repentinas de crisis humanitaria como a la que estamos asistiendo. De hecho, es gracias al trabajo de ACN por lo que conocemos numerosos casos de sacerdotes, seminaristas, consagrados y fieles que han dado su testimonio ante los voluntarios que los han auxiliado. Es, de hecho, muy recomendable explorar en su portal web las impresionantes historias de perseverancia en la fe que nos llegan gracias a ellos.
Nuestras oraciones siguen con Ucrania, pero tampoco podemos olvidar a aquellos, como los voluntarios de ACN, que están haciendo posible que llegue la ayuda humanitaria, el auxilio de las personas que ven vulnerados sus derechos más básicos, los militares, médicos, sacerdotes y profesionales de todo tipo - hemos visto hasta músicos cantando para los refugiados en el metro de Kiev- que con su servicio y su entrega evitan que las tragedias sean mayores.
Por Jesús Molina.