´´Es su gracia, es Él´´

´´Es su gracia, es Él´´

Tres veces he pedido al Señor que me saque esa espina, y las tres me ha respondido: ´´Te basta mi gracia pues mi poder triunfa en la flaqueza´´. Con gusto, pues, presumiré de mis flaquezas para que se muestre en mí el poder de Dios´´  2 Corintios 12, 8-9.

Desde pequeña siempre tenía la creencia de que, si me portaba bien, si hacia todo bien, si era esa niña ´´buena´´, yo iba a estar bien, los demás satisfechos y felices. Siempre era todo con lujo de detalle y como se dice en mi país, sin pasar la raya.

Al ir creciendo, viendo que no todo era perfecto, que no todo lo que hacía muchas veces agradaba a los demás, que comencé a ver que si cometía errores, que a veces no tomaba buenas decisiones, fue cayendo esa imagen de mi niña ´´buena y perfecta´´.

Siempre queriendo luchar con mis errores, con mis caídas, con mis miserias y pecados, llena de ansiedad porque siempre me proponía no equivocarme y al final sin querer lo hacía. Siempre luchando con mi humanidad como me decía cada vez mi psicóloga al hablarle con ansiedad y angustia de mis equivocaciones. En mi cabeza no cabía la idea de que era humana, de que no era perfecta y de que era débil, pero, sobre todo, lo que no cabía y no entendía era que Dios conocía cada una de esas ´´imperfecciones´´ y ´´errores´´ que yo luchaba por ocultar, y aun así me acogía y me amaba profundamente, pues por más que hiciera, que cambiara, que me esforzara, su amor siempre estaba y siempre iba a estar, pues no me lo tenía que ganar, ya El me lo daba.

Este versículo de Corintios ya lo había leído, pero en entro verdaderamente en mi corazón este verano de misiones en una Hora Santa enfrente de Jesús Sacramentado. Las palabras de San Pablo son un ejemplo de mis oraciones cada día contándole al Señor mi lucha por cambiar, por no caer ni equivocarme, por ser ´´perfecta´´, ´´ Tres veces he pedido al Señor que me saque esta espina´´ y El Señor con todo el amor fue: ´´Te basta mi gracia, pues mi poder triunfa en la flaqueza´´.

Por más que intentemos por nosotros mismos, por más que queramos luchar nosotros solos, no va a ser posible, sin Dios no podemos. ´´Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer´´ Juan 15,5.

Somos humanos, somos hijos que constantemente necesitan de su Padre, el cual siempre esta porque conoce a sus hijos, porque los ama y porque solo Él tiene el poder redentor de transformar sus vidas y sus corazones, no nosotros. No podemos experimentar su misericordia, si antes no le abrimos el corazón para entregarle nuestras miserias.

En esos momentos en los cuales te equivoques, en los que falles, en vez de decirte mil palabras feas, voltea y fíjate en como Jesús te mira, piensa en lo que te diría en ese momento, en cómo te trataría. La conversión es un caminar de todos los días, no es un camino liso, sino que tiene curvas y calles malas, en las Cuales Dios siempre nos va a acompañar.

Es su gracia, es su amor, es El quien sana, libera y restaura nuestras vidas y nuestro corazón, es El, no nosotros, es su gracia, es por su gracia, no por lo que sabemos ni por lo que podamos hacer. ´´Confía en el Señor de todo corazón y no te apoyes sobre tu propia prudencia. En todos tus caminos piensa en El, y El allanara tus senderos. ´´ Proverbios 3, 5-6.

 

Reflexión escrita por: Clarissa  Bisono Ramirez 

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