Bizarrap, Shakira y cómo manejar una ruptura

Bizarrap, Shakira y cómo manejar una ruptura


La sesión 53 de Bizarap junto a Shakira ya es todo un éxito comercial. Seguramente se volverá además una especie de himno para aquellas mujeres que atraviesen el dolor de una separación. Al menos hasta que pase de moda.

La canción parte de un hecho verdadero: en Shakira hay dolor por la separación. Sin embargo, que se trate de una declaración pública —y no de una página escrita en un diario personal—, con la que además sus intérpretes ganarán mucho dinero, hace difícil analizar cuánto de ese dolor ha sido amplificado para conseguir un mayor impacto comercial.


En todo caso, la virtud de la canción es que alguien que pasa por el dolor de una ruptura puede identificarse con ella, especialmente si su ex pareja le ha hecho daño. Lo cuestionable es que ese dolor se canalice hacia el rencor, proyectando sentimientos negativos hacia la otra persona y hacia aquellos con quienes esa persona puede buscar “ser feliz”.


Ruptura: una herida en el alma


Las personas más cercanas son las que más daño pueden hacernos. Que un desconocido nos insulte puede que ni nos afecte. Frente a los desconocidos, tenemos nuestra guardia en alto. En cambio, mientras más cercana se va haciendo una persona, más “bajamos la guardia” frente a ella.


Al estar tan cerca, incluso cosas muy pequeñas pueden causar mucho dolor. Una palabra de más, que en boca de un desconocido puede pasar desapercibida, en la boca de la persona que amamos puede hacer daño. Por este motivo, cuando una relación no termina bien, el daño que produce la ruptura no es poco. Haber terminado de esa manera duele, y duele mucho.


Para entender por qué duele es importante tener en cuenta que, así como puede haber heridas en el cuerpo, hay también heridas en el alma. Y las personas más cercanas a nosotros pueden causarnos heridas muy grandes. Esto es lo que ocurre con una ruptura amorosa: nuestra alma queda herida como consecuencia de la separación.


Como toda herida, las del alma causan mucho dolor. Y lo natural es que los sentimientos que surjan hacia los causantes de esa herida no sean los más agradables. Esos sentimientos no son moralmente malos, pues uno no los elije. Uno no es responsable de sentir eso que siente. Sin embargo, uno sí es responsable de lo que hace frente a eso que siente. Y frente a los sentimientos generados por la herida, hay dos caminos que uno deliberadamente puede elegir: el del rencor y el del perdón.


La sesión #53: el camino del rencor


El camino del rencor es el que más se suele transitar, pues en él desembocan naturalmente los sentimientos de dolor. El rencor se transforma en odio cuando uno se nutre de los sentimientos de dolor para buscar el mal para la otra persona.


La venganza puede aportar un cierto placer, especialmente cuando se sabe —o se cree— que lo que uno hace genera un impacto en el otro. Pero cuando no, uno se puede desesperar buscando nuevas formas de hacer que la venganza sea eficaz.


Son dos los problemas de transitar este camino. El primero de ellos es que uno sigue atado al otro, pendiente de él, de sus reacciones, de si le duele lo que hacemos o no. Uno está muy lejos de encontrar paz, y no es libre. El segundo es que este camino hace que la herida se vaya haciendo más profunda. Puede que en la superficie se cierre, pero, por dentro, está infectada. Por eso, a pesar de haber pasado semanas o meses, el recuerdo de la otra persona sigue doliendo, y acaso reaccionamos desproporcionadamente cuando alguien la menciona.


El camino del perdón


El segundo camino frente al dolor es el camino del perdón. Es un camino que al inicio se hace más difícil, pues implica renunciar a ese deseo de que el otro sufra lo que sufrimos nosotros, especialmente cuando parece que “le está yendo bien”. Y es mucho más difícil cuando el otro está con alguien más y nosotros no.


A pesar de ser el camino más difícil, es el único que permite que uno cure la herida y encuentre paz. Como toda curación, el perdón es un proceso, y toma su tiempo. Ahora bien, algo que ayuda a transitar este camino es distanciarse de la otra persona. Distanciarse no sólo de su presencia física, sino también de sus redes sociales, de sus recuerdos, o de cualquier cosa que pueda hacer actual la presencia del otro. Y si esa distancia física no es posible, buscar una distancia interior.


Esto no es sencillo, pues, al compartir una relación, muchos de los aspectos de la propia vida giraban en torno a la otra persona, o al menos la incluían. Sin embargo, mientras la presencia del otro siga activa, los sentimientos seguirán siendo intensos.


Una vez que los sentimientos se han calmado y es posible traer el recuerdo de la otra persona, es importante empezar a perdonar interiormente aquellas cosas que han hecho daño. Y si acaso vuelve el recuerdo de las mismas cosas, recordarlas como ya perdonadas, o volverlas a perdonar. Algo que ayuda sin duda es rezar por esa persona, pues la oración es un acto de caridad hacia el otro, y el amor ayuda a curar de raíz la herida.


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San Juan Pablo II decía que uno no es responsable de lo que siente, sino de lo que hace frente a eso que siente. Frente a una ruptura, la manera como elegimos actuar pude llevarnos a acrecentar la herida o a encontrar paz.

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