La música, si uno lo piensa bien, es como un
milagro. Es algo que pueden percibir los sentidos y que, sin ningún efecto
adverso en el cuerpo o en el alma, consigue imprimir sentimientos en un sentido
o en otro. Consigue mover nuestro afecto, nuestra emoción, cambiar nuestro
humor y, hasta cierto punto, incluso separarnos de la realidad en la que
vivimos para trasladarnos, de una forma casi espiritual, a otra bien distinta.
Un auténtico milagro que algo de nuestro mundo tan terreno sea tan trascendente.
Con razón los filósofos y teólogos de todas las épocas han reconocido que la
música, como todas las formas de belleza, pero de una manera muy singular y
superior a todas las demás, es una vía bien efectiva para conectar con lo
trascendente, en definitiva, para la oración. De ahí el «quien canta ora dos
veces» de san Agustín que tanto hemos escuchado, pero no siempre comprendido
del todo. Por supuesto, no quiere decirnos que cuanto más cantemos y menos
recemos mejor, sino que, si nuestra oración va, cuando corresponde, acompañada
de buena música (insistiendo en lo de «buena»), puede ser mucho más auténtica.
Y todo esto no en un sentido esotérico, porque la oración no es ninguna actitud
de la persona, ni una forma de actuar, ni una reflexión, sino que es algo tan
sencillo y a la vez tan profundo como hablar con Dios. Tan sencillo y profundo
como la propia música.
Se acercan unas fechas muy importantes para
nosotros, los cristianos, y, teniendo en cuenta lo anterior, esta vez, antes de
comenzar la Semana Santa, me gustaría, en lugar de contar alguna curiosidad
histórica o actual de la Iglesia o dar alguna opinión de alguna situación
actual de forma algo obcecada como acostumbro, hacer esta vez una recomendación
para quien pueda resultar de interés. Los días que vienen tienen como centro la
contemplación del misterio principal de nuestra fe, la Muerte y la Resurrección
del Señor. En particular, la Pasión y la Muerte del Señor no son fáciles de
contemplar porque nuestro natural cómodo nos hace huir del dolor y del
sufrimiento, y también así de su contemplación. Necesitamos un empuje, una
fuerza que lleve a nuestra alma a entrar sensiblemente en el misterio del dolor
de Señor, el que sufrió para salvarnos de nuestros pecados. Por eso, considero
que la música puede ser la herramienta más útil para elevar nuestra alma a un
misterio tan alto.
Sin embargo, como en todo lo que implica gusto y
conocimiento, no vale cualquier cosa. Para empezar, no vale cualquier cosa para
rezar. Ni cualquier libro, ni cualquier lugar, ni cualquier momento, ni tampoco
cualquier música. Y, al contrario, hay algunas en particular que son
especialmente excelentes, mejores que cualquier otra, para elevar el alma en verdadera
oración. Además, si la contemplación de la Pasión y la Muerte del Señor viene
directamente guiada por la misma pieza que estemos escuchando, nos será mucho
más fácil zambullirnos del todo en ese misterio. Así que, llegados a este
punto, parece bien claro que, si hemos de escoger una obra que nos sirva para
que, a la vez que escuchamos unos acordes adecuados a lo que estamos contemplando,
nos oriente por las escenas y por los pensamientos que tienen que surgir de su
contemplación, la mejor opción es, sin lugar a dudas, la Pasión según san
Mateo de Johann Sebastian Bach.
Llegados a este punto alguno podrá argüir que «ya
está el músico barroco pesado diciendo lo mismo de siempre». Sinceramente, creo
que nunca es suficiente insistencia decir que esta pieza supone una cumbre en
la historia del arte en general y de la música en particular a la vez que de
toda la devoción cristiana. Además, precisamente lo traigo aquí porque no se
trata solo de una obra musical que sentarse a escuchar, sino que los textos a
los que la música está subordinada y que podemos ir siguiendo mientras la
escuchamos, nos acompañan por un camino extremadamente espiritual y profundo a
lo largo de cada uno de los momentos de la Pasión del Señor relatada en el
primero de los cuatro evangelios.
Si uno se lanza a escucharla, y lo propondré según
yo mismo lo hago, debería dividirla, al menos, en dos partes para no perder la
atención. Conviene, por supuesto, sentarse en un lugar tranquilo, silencioso y
sin otras distracciones que reclamen nuestra atención, porque nuestro objetivo
es contemplar, y no solo escuchar. Además, es importante que, si queremos
comprender la música, comprendamos igualmente el texto, por lo que deberemos
hacernos con él. Para ello, dejo al final del artículo dos enlaces al texto en
alemán con su traducción al español y a la mejor versión que, en mi opinión,
podemos escuchar en You Tube.
Cuando empieces a escuchar debes hacer una
composición de lugar al estilo ignaciano, pensar en el Señor llevando la cruz y
mirándote a los ojos, pensando en los personajes que intervienen y en cómo cada
una de esas palabras que el coro va pronunciando con extrema belleza las dice
el Señor a tu corazón. Comprobarás que, a lo largo de esta obra, la lectura del
evangelio se interrumpe con poemas y versos que no forman parte de la Escritura.
Son palabras que Bach, con el uso de las letras que tomó prestadas de otros
poetas, pone en los labios de tu alma con una música dulcísima; son palabras
que se dirigen al Señor y que son fruto de los sentimientos que nacen de la
contemplación de este misterio tan hondo y tan bello. No hay una obra musical
que se corresponda tanto con la realidad esencial y espiritual que contiene
este misterio. Es, verdaderamente, la Pasión del Señor hecha música.
Las dos partes en que conviene dividir la Pasión
vienen ya dadas por su autor y pueden verse en el mismo texto. Y si quiere
hacerse de la forma que más nos ayude a vivir la Semana santa, lo mejor es
escuchar cada una de las dos partes el Jueves Santo y el Viernes Santo
respectivamente, para que lo que estamos leyendo y escuchando a la vez nos
preare el corazón para celebrarlo activamente en los oficios litúrgicos de esos
días.
Comparto todo esto con nuestros seguidores porque,
durante años, a mí mismo me ha ayudado a contemplar la Pasión de una forma
nueva cada año. No hace falta saber de música y ni siquiera haber escuchado
antes música parecida a esta. Estoy convencido de que, como estamos hechos para
Dios, para la Belleza, cualquiera será capaz de apreciar de una u otra manera
el hondo calado de esta obra.
Deseo de corazón que pueda suponer una valiosa
aportación a vuestra vivencia de la Semana Santa. Que la paséis en compañía del
Señor cargando con él la cruz y yendo con él a la gloria. Feliz Pascua.
Texto de La Pasión según san Mateo:
https://www.bach-cantatas.com/Texts/BWV244-Spa7.htm
La Pasión según san Mateo, BWV 244, versión de sir John Eliot Gardiner: