Su historia de conversión comienza cuando una amiga suya le insiste para que vaya a una Hora Santa de Hakuna. Fue sin creer y sin saber lo que era aquello. “Caí completamente de rodillas, al acabar no sabía expresar ese abrazo que había sentido junto a Dios, además de ver tanta gente a sus pies”, detalla.
A partir de este momento comenzó a formarse y a recibir catequesis para incorporarse a la Iglesia. “Yo veía que con mis pocas virtudes y muchos defectos estaba hecho para algo grande, pero no sabía lo que era, de la forma más inesperada apareció Dios y me di cuenta de que eso a lo que me estaba llamando, para algo grande, era solo para servir a Dios y seguir su camino”, cuenta.
“Siempre que me preguntan digo que el Señor me ha transformado completamente y me ha enseñado a apreciar lo que tengo al lado, a mi familia, a mis amigos, a mis compañeros y me ha enseñado a valorar cada momento, a disfrutar esa vida que Dios nos ha entregado como un regalo”.
“Yo no imaginaba la alegría con la que Dios entra en tu vida y en tu corazón. Jamás habría imaginado que existiera algo que te llenara completamente, que saciara la sed de la felicidad completa. Me he dado cuenta cuando conocí a Dios y las personas de mi alrededor que me han llevado a Él. Es una alegría cada vez que estamos en una adoración y ves a tanta gente tan joven y tan feliz, yo no he visto esa felicidad en ningún sitio. Además de esa tranquilidad de reposar todos los problemas en Dios. Me ha impactado esa forma de vivir, después de conocer a Dios mi vida ha cambiado para bien, pero totalmente”.
En su día a día Marcos tiene muy presente a Dios. Además de intentar ir el máximo posible a misa, todos los días busca un hueco para visitar al Señor y “darle gracias por ese día”. “Es importante rezar, la clave es dejarse hacer por Dios, dejarse transformar por Él y vivir la vida en mayúsculas”
Fuente: Paraula