Destellos en el cielo.

Destellos en el cielo.


Hoy me tomo la licencia, sin que sirva de precedente, de ponerme algo más espiritual. No está fuera de lugar; es costumbre en este espacio que observemos cada día un pedacito de la Iglesia, un lugar o un carisma que nos ayude a conocer el rostro real de la comunidad cristiana que es nuestra Madre, y hoy vamos a acercarnos con el corazón al lugar de la Iglesia que más deberíamos conocer.

Está cercana la fiesta de todos los santos. Su celebración, como ya hemos oído muchas veces, ha sido en los últimos años bastante oscurecida por otras fiestas nada religiosas. Sin perjuicio de lo bueno que pueda haber en estas, quizá los cristianos no deberíamos perder el verdadero sentido del comienzo del mes de noviembre: mirar al cielo, no para ver las estrellas, sino a nuestros hermanos que están junto a Dios, las estrellas que brillan más que el sol. Los santos son cristianos como nosotros que, habiendo vivido tan unidos a su Señor que se identificaron con Él en su vida, ahora están unidos a Él en el cielo. Estos son muchos más de los que conocemos. Algunos de ellos nos dejaron un testimonio especial, y por eso los veneramos como merecieron, pero muchos otros -un auténtico ejército- nos han precedido en la fe y ahora nos preceden en la gloria.

Los santos viven, junto a Dios, la plenitud de lo que esperamos vivir aquellos que aún peregrinamos en el mundo. Es por esto que tradicionalmente se ha hecho la distinción entre la Iglesia militante o peregrina, en la que vivimos, y la Iglesia triunfante. La Iglesia no se agota con la realidad visible. Los santos son tan hijos de la Iglesia como los cristianos que aún peregrinamos hacia el cielo. Así, cuando comprendemos bien esto, entendemos la grandeza del misterio de la comunión de los santos, por la cual la unión con Cristo los hace tan hermanos nuestros como los que tenemos junto a nosotros.

Así pues, los santos han de formar parte de nuestra vida; debemos vivir en su presencia tanto como en presencia de Dios. Tengamos en cuenta, por ejemplo, que ellos nos aman desde el cielo con la plenitud caridad que sólo allí se puede alcanzar. Junto a Dios, participan de su amor y misericordia con nosotros, por lo que nos auxilian en nuestras necesidades, se compadecen de nuestros sufrimientos y se alegran con nuestros gozos. Son nuestros hermanos cristianos que más unidos están a cada uno de nosotros.

Es por todo esto que hoy, aprovechando la proximidad de la fiesta, no podemos dejar pasar la oportunidad de reconocer su papel en nuestra vida como cristianos. Yo mismo aprovecho para recomendar la devoción a los santos. Junto a la Santísima Virgen, Reina de los Santos, son ellos los más cercanos a Dios y de Él pueden acercarnos auxilios y caridad. No desaprovechemos este tesoro de nuestra fe católica, por el que conocemos que la unidad de la Iglesia es tan fuerte que ni siquiera la muerte la puede romper.

Por Jesús Molina.

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