Santo Cristo de Javier: El Cristo Sonriente

Santo Cristo de Javier: El Cristo Sonriente

 
En Navarra, cerca del río Aragón, en un valle cercano a los Pirineos, se encuentra el castillo de Javier, donde nació y se crió San Francisco Javier, gran misionero del Nuevo Mundo. En la capilla de ese castillo se venera un gran Cristo que tiene una característica especial: tiene una suave sonrisa. Y este Cristo sonriente, hecho de nogal en el siglo XII, ha cautivado y transformado muchos corazones.

Pero, ¿por qué sonríe Jesucristo cuando está clavado en la Cruz? “Veréis a mi siervo prosperar, será enaltecido, levantado y ensalzado sobremanera. Del mismo modo que muchos quedaron asombrados al verlo -pues tan desfigurado estaba que no parecía un hombre, ni su apariencia era humana- así se admirarán muchas naciones; ante él cerrarán los reyes la boca, pues verán lo que nunca les contaron y descubrirán lo que nunca oyeron.” (Is. 52, 13-15)

Jesús, que sufre, padece por cargar con todos los pecados del mundo entero, presentes, pasados y futuros, soporta los insultos, flagelaciones, humillaciones, golpes, traiciones, clavos, negaciones, y, estando clavado en la Cruz, sonríe. Cristo en la cruz sabe que su Pasión y Muerte tienen un destino, que a pesar de todo el dolor y sufrimiento ocasionados por los hombres y sus egoísmos, tiene la misión de salvar al hombre del pecado.

Jesús sonrió al pensar en ti y en mí, al saber que con su sacrificio iba a dar Vida Eterna a la humanidad caída por el pecado, y la iba a levantar desde lo alto de la Cruz. “Yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto confirma a tus hermanos.” (Jn. 22, 32) Sonrió también cuando miró a su Madre y al Discípulo Amado y quiso regalar a los hombres a la Virgen como Madre; y al saber que la muerte no iba a tener la última palabra, pues la victoria es del Señor y de quien le sigue; por eso “El que habita en el cielo se ríe” (salmo 2). Y así, como dice el Padre Leocadio, el fundador de los Esclavos de María y de los Pobres, “Más que cantar a la cruz, quiero llevarla cantando”. También pudo estar sonriendo Jesús cuando le dijo al ladrón arrepentido: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.

Por último, Cristo sonrió en la Cruz al decir al Padre: “Todo está cumplido”. Pues estaba feliz de cumplir Su voluntad hasta el final. Que este amor loco de Jesucristo por nosotros nos cautive a nosotros también, y nos encienda el corazón estando así dispuestos a hacer la voluntad de Dios, y “servir al Señor con alegría” (salmo 100).
 
 
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