Con casi 3 años de casados, hemos venido madurando en nuestro apostolado tanto con jóvenes cuanto con matrimonios. En este apostolado, nos hemos dado cuenta de que hay dos preguntas que se repiten constantemente y que tienen que ver con la sexualidad y la moral de la Iglesia.
Las preguntas que suelen repetirse
La primera pregunta la hacen los enamorados y novios, y suele estar formulada así: “¿Hasta dónde puedo llegar con mi pareja?” La pregunta se refiere al ámbito del contacto físico en la expresión del afecto y los límites de lo que está bien y mal. Las respuestas parecen ser muy variadas. “Este beso sí, este abrazo no”; “hasta esta hora sí, pero en esta parte de la casa no”; y así como estas, otras más.
Luego, los novios se casan y la pregunta evoluciona a una más controversial: “¿Cuántos hijos debemos tener?” En el intento de responder, surgen temas como la planificación en tensión con la apertura a la vida, la responsabilidad de la pareja en tensión con la providencia, los planes de la pareja en tensión con la voluntad de Dios…
Hay buena intención en ambas preguntas, pues expresan una búsqueda de hacer lo correcto y evitar caer en “lo prohibido”. Para nosotros, ambas tienen una respuesta común y un criterio general que facilita la resolución de escenarios particulares.
¿Hasta dónde podemos llegar?
La respuesta a la primera pregunta es más sencilla para quienes hemos oído hablar de la castidad. En sentido poético, se podría responder: ¿Hasta dónde puedo llegar con mi pareja? Pues, hasta el cielo. Esto significa la búsqueda de la santidad de la pareja —en términos naturales, su felicidad plena, su perfeccionamiento en la virtud, etcétera— mediante la entrega total y generosa de uno mismo. Esa entrega antes del matrimonio se traduce en el anhelo de vivir la intimidad sexual sólo en el matrimonio.
Ese beso, esa invitación a ver películas en casa, esa canción de moda que pienso dedicar, este tema de conversación a altas horas de la noche, ¿refleja un acto de entrega generosa pensando en el bien del otro? ¿O es motivado más por una búsqueda de placer propio? Tratando de responder sinceramente estas preguntas podremos delimitar algunos “hasta dónde”.
¿Cuántos hijos debemos tener?
¿Tiene algo que ver la pregunta anterior con la cantidad de hijos? En realidad, el criterio es el mismo. Dentro de mi matrimonio, ¿mi entrega es total y generosa? ¿O me estoy guardando algo? Esto aplica para cada momento de la vida de los esposos, pero especialmente para las relaciones sexuales.
Sería un error pensar que hay un número correcto o cristiano de hijos. También sería un error pensar que los que tienen un solo hijo son egoístas. El punto central está en una entrega con amor y “sin barreras”, lo cual hará que los hijos naturalmente lleguen.
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Usar criterios basados en la generosidad y entrega —y no tanto en cumplir lo mínimo— puede ayudar a despejar las dudas y hacer que ciertas preguntas sean más fáciles de responder. Lo prometemos.
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Publicado en Ama fuerte