Étienne tiene ahora 19 años, y durante cuatro años fue adicto a la pornografía. Todo comenzó en el colegio, cuando sus compañeros le mostraron ese tipo de imágenes. Para él, como reconoce, fue el comienzo del infierno.
Tenía tal adicción que no controlaba su cuerpo y se avergonzaba de ello. Llegó a tener pensamientos suicidas: «Me voy a lanzar contra un autobús porque ya no puedo más: ya no puedo vivir esta doble vida».
Con doce años, un coche lo atropelló. El accidente fue muy violento. Estuvo una semana en el hospital y empezó a reflexionar: «Dios tiene un plan para mí. De hecho, si todavía estoy aquí es porque sirvo para algo». Sin embargo no podía controlar su adicción
Un día, cuando ya no podía soportar más, decidió ir a ver a un sacerdote y contarle todo. Logró admitir sus problemas, con dificultad. Para su sorpresa el sacerdote le dijo: «¡Bravo por lo que dices! ¡Alegría!». Y, él, no entendió nada de lo que le estaba pasando. «Fue un torrente de misericordia. Vi caer el amor de Dios sobre mí. Estaba solo en la oscuridad y allí estaba Dios. Salí muy feliz, diciendo: «Estoy perdonado, ya no estoy solo. Hay alguien. Hay alguien conmigo».
Pero su problema con la pornografía continuaba hasta que un día le pilló su padre que, en vez de gritarle, le dijo que le iba ayudar. «Mis padres me ayudaron: ¡para mí, era imposible!».
Étienne reconoce que Dios siempre estuvo detrás. «Cuando miras hacia atrás, ves que Dios me sacó de mi oscuridad, y me perdonó, me perdonó a través de mis padres.. y yo mismo me perdoné. Fue todo la acción de Dios. Yo resumo todo esto diciendo que Dios es amor, es perdón, es misericordia, incluso en la mayor de las tinieblas»
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