Un cartel anuncia la próxima convocatoria de la Jornada Mundial de la Juventud en Portugal.
La semana pasada recibí de un compañero un documento inquietante. Se titula «Carta de Compromiso “Juntos por una Jornada Mundial de la Juventud más sustentable”». No es que fuera ningún misterio o algún secreto, pues es un documento perfectamente accesible en internet. Yo mismo me he dirigido a las fuentes después de haberlo recibido. Tan sencillo como buscarlo por su nombre. Está albergado en la página oficial de la Jornada Mundial de la Juventud de 2023.
El documento no está firmado, por lo que no es preciso atribuir sus declaraciones a ninguna organización en concreto, pero hemos de suponer que se trata de la organización oficial de la JMJ, que corresponde a un comité organizador local designado por el obispo, patriarca en este caso, de la diócesis de Lisboa. Así que, para el propósito de este artículo supondremos que podemos atribuirla a esta organización. Propongo, pues, leerlo antes de sacar conclusiones.
No voy a andarme con rodeos porque hay mucho que decir. Hay que reconocer, en primer lugar, que el documento no dice nada malo. Sólo faltaría que se hiciera apología de la división, la herejía o el pecado en un documento emanado de un comité organizativo designado y formado por la autoridad eclesiástica. De hecho, es lo que uno esperaría encontrar en un tipo de comunicado o declaración de intenciones procedente de un ministerio de aquellos de nuevo cuño como esos de transición ecológica, reto demográfico, inclusividad o algún otro término “politiqués”. Y si lo fuera no tendría problema más que su absoluta vacuidad, pero no lo es. Todo el contenido que uno puede encontrar en este compromiso es el mismo al que ya nos tienen acostumbrados las instituciones públicas nacionales e internacionales. No hay más. Y no me lo invento, pues la declaración de intenciones es clara donde se enuncia que la misión de la organización es, cito textualmente, organizar el evento «teniendo en cuenta los objetivos de sostenibilidad abrazados en todo el mundo, los Laudato Si' Goals presentados por el Vaticano y la Agenda 2030 de las Naciones Unidas (ODS)». Si he de ser sincero, los “Laudato Si’ Goals” no sé lo que son. Pero los objetivos de desarrollo sostenible, con los que llevan años dando la tabarra, no sé a santo de qué aparecen aquí como una misión fundamental de la JMJ. Podría parecer que el objetivo principal de este evento fuera el mismo que el de cualquier propaganda institucional de algún gobierno occidental, o sea, hacer ver que hay mucho compromiso con el medio ambiente. En pocas palabras, todo apariencia.
Da algo de esperanza que se afirme que «se basará en los pilares de las encíclicas del Papa Francisco Laudato Si' y Fratelli Tutti y en la exhortación apostólica Christus Vivit, en las que se nos llama a cuidar nuestra Casa Común». Al menos así podemos afirmar que los criterios que se aplican proceden del Magisterio de la Iglesia. Sin embargo, tampoco el único objetivo del Magisterio es “llamar al cuidado de la Casa Común”. Tomar el Magisterio para reforzar un único objetivo separado por completo del principal es manipular; no tiene otro nombre. Y ese objetivo principal es la salvación de las almas.
A estas alturas me podrán echar en cara que estoy aplicando un sesgo particular a mi crítica de este documento, y es posible. Al ser un sujeto no puedo evitar ser algo subjetivo. Pero me ciño a lo que veo. Veo que el único objetivo de los organizadores de la JMJ parece ser aparentar preocupación por una cuestión mundana, tan mundana como que es algo de lo que la ONU no para de hablar. Veo que para los organizadores sus «fuentes de inspiración y principales indicadores» en su trabajo son sólo estos objetivos de desarrollo como si buscasen el progreso en este mundo de forma absoluta sin perspectiva trascendente de ningún tipo. Veo que quieren «hacer de la sostenibilidad un objetivo central en la realización de la JMJ». Y veo que pretenden que la JMJ «sea un referente en el compromiso con la sostenibilidad» como pretendiendo que las autoridades profanas de este mundo nos den su aprobación en nuestras intenciones. Pero a quien no veo es a Dios en ningún sitio. No de forma figurada, sino que directamente no aparece. Jesucristo no aparece en el documento, ni de soslayo. Y esto no lo digo por obsesión. Este documento es una clara declaración de intenciones. Pretende ser un compromiso sobre los principales objetivos de la JMJ, y resulta que ninguno de ellos es anunciar a Jesucristo.
Es una auténtica pena. Yo mismo participé en la JMJ de Cracovia de 2016. Fue una experiencia de la Iglesia muy edificante observar cómo millones de jóvenes se reunían de lugares tan distintos y culturas tan dispares porque lo único que compartían de verdad era su fe en Jesucristo. Estábamos todos convencidos de quién es nuestro salvador y de por qué nos reuníamos allí. Ahora parece que es la propia organización la que no lo sabe. Y por eso no solo es triste, también es indignante. Es una vergüenza que los jóvenes tengamos que denunciar tendencias por parte de la jerarquía que parecen vender a la Iglesia como una mercancía a las ideologías de este mundo. Y no lo decimos por un afán de criticar al papa o a los obispos, porque nadie ha firmado este documento, pero es público y notorio a quién corresponde la organización de este evento. Participaremos en la JMJ, la disfrutaremos, daremos allí testimonio de nuestra fe y comunicaremos una profunda alegría que procede de sabernos salvados por Jesucristo, pero parece que tendremos que hacerlo a pesar de lo que nos vamos a encontrar. Espero de corazón que este documento sea anecdótico, porque si nos encontramos allí con una convención pensada para que el mundo vea lo comprometidos que estamos con el cambio climático, entonces habremos perdido el tiempo.
Por Jesús Molina.