@sencillamentemenchu |
Hola! Soy Menchu y vengo a contaros una historia. Una historia de esas que a mí me encantan: una historia de amor.
Vengo de una familia cristiana donde me han educado en la Fe con mucho cariño desde que nací. Pero cuando llega la edad del pavo y toda la sociedad te vende la religión como aburrida, en vez de creer a mi círculo cercano decidí creer a una panda de desconocidos. Y ahí todo empezó a caer en picado. Quería vivir la juventud y ya si eso cuando fuera más mayor me plantearía eso de un tal Jesús. Pero el Señor no se dio por vencido y continuó llamando a mi puerta. En mi caso, fueron las personas de mi entorno las que hicieron de mediadores, de ángeles aquí en la Tierra. Por una parte, al corto plazo, me echó aún más para atrás; pero a la larga me llevaron a encontrarme con Él.
"Era su presencia la que hacía que la vida tuviera color"
No sé cómo ni por qué acabé yendo a un retiro espiritual. Seguramente porque estaba harta de la insistencia y pensé que si cedía en esto, acabaría ya todo. Pista: fue el inicio. Estaba empanada, pensando en mis cosas, mirando al sacerdote con mala cara… y de repente se hizo silencio. Silencio en mis pensamientos, en mis emociones y en mis sentidos. Y sólo podía escuchar la voz del sacerdote, “Dios te ama”, “¡DIOS TE AMA!”. Y es que ni me lo planteé, ni me confundí, ni me hice preguntas, simplemente dejé que las lágrimas cayeran y las palabras entraran. Dejé que esa frase retumbara en mi corazón. No sé como explicarlo, pero sentí calor. Ese calor que sientes al recordar buenos momentos, al recordar tu infancia, los momentos felices. Y es que me había portado muy mal con Él, tanto en acciones como pensamientos como conversaciones. No era justo. Él era la razón por la que había tenido una infancia medianamente feliz y tranquila, la razón por la que en casa se luchaba por que hubiera alegría y amor. Era su presencia la que hacía que la vida tuviera color. Y en el momento en el que me solté de su mano porque el mundo me la tendía, ya no había color. Así que volví con el propósito de darle una oportunidad. Sin embargo, ese pequeño reencuentro no fue suficiente para lo que venía después.
2020, pandemia mundial, todos encerrados en casa. Las circunstancias en general no ayudaban con las batallas personales. Sin saberlo bien me adentré en una tormenta. Todas las heridas que ni era consciente que tenía dolían, sangraban. Y empezó el sufrimiento. Era diferente a los bajones que había tenido anteriormente, este no era pasajero, era una tristeza que impregnaba todo rincón de mi vida, todo rincón de mi corazón. Ya no había nada más, solo un odio abrumador y exhaustivo. Y ese verano con la nueva normalidad todo empeoró. Dejé de disfrutar, dejé de vivir. Ya no quería hacer lo que antes me apasionaba, ya no quería estar con mi gente, ya no quería ni respirar. Y como no, ya no quería conocer a Dios. Dejé de comulgar, dejé de entrar en la capilla, dejé de suplicarle ayuda. No me quería escuchar, ¿por qué iba a hacerlo? Pensé que todos me habían dado la espalda, incluso Él. Se suponía que me amaba pero cuando más le necesitaba no estaba. Sentí que me había rechazado, que me había mentido… y como dolía. En mi peor momento, en pleno sufrimiento, desapareció.
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Empezó el curso y se me notaba un montón. Lo que tanto tiempo había ocultado porque pensaba que lo tenía bajo control se hizo tan difícil de esconder. Adelgacé muchísimo, ya no sonreía, ya ni hablaba, estaba muy irritable… Todos estaban super preocupados. Pero, no me quería poner bien, no quería recuperarme, porque no era digna de volver a ser feliz. Me odiaba tantísimo. Había tratado tan mal a los de mi alrededor, había tratado tan mal a Dios. De alguna forma u otra necesitaba una vía de escape. Así que decidí desahogarme a desconocidos por las redes sociales, vía TikTok. Y poco a poco creé una comunidad de hasta casi 30k, pero era una comunidad llena de dolor. Simplemente contaba, sin especificar demasiado, cómo me sentía . Aquellos que me seguían se sentían identificados conmigo, con mi vida, con mi sufrimiento. Y eso era una aprobación enorme, y tuvo mucha repercusión en mi empeoramiento.
"Dios nunca dejó de estar a mi lado"
Cuando me encontraba en el pico de mi dolor, donde peor estaba, dónde precisamente puedo decir que toqué fondo, volví a otros ejercicios espirituales por compromiso en octubre/noviembre debido a la preocupación de mi entorno. Con las cartas de despedida hechas. Segundo retiro. Este era diferente: ya no era yo quien rechazaba a Jesús, ahora sentía que Él me rechazaba a mí. Sentía que Él me odiaba tanto como yo lo hacía a mí misma, y no le culpaba. En ese fin de semana no cambió nada. O eso pensaba. Pero Dios nunca dejó de estar a mi lado. Intercedió mediante mi amiga Isa. Isa ha estado ahí siempre, aunque le tratara mal, aunque hiciera de todo para alejarla de mí, aunque le hiciera daño, no se apartó de mi lado. Fue reflejo de Dios en todo momento. Fue la primera persona con la que me abrí. Mi intención era despedirme de ella, pero el Señor tenía otros planes. Posó su amor de nuevo en mi alma con el abrazo de Isa. Volví a casa igual de triste e infeliz, pero lo que sucedió en ese retiro tuvo repercusión más tarde.
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Otros meses más de angustia y desesperanza. Y de repente en mayo (no es casualidad que fuera el mes de la Virgen) cambió el chip. Así, de la nada. Me levanté y dije “hasta aquí”. Bueno, mentira. Fue un poco más complejo. Honestamente, fue porque veía que Dios me quería viva y que por muchas pastillas que me tomara para perder el conocimiento eso no iba a cambiar. Puede ser que la dosis no fuera tan alta como me pensaba o que no fuera lo suficientemente valiente como para asegurarme, o que en el fondo fondo de mi corazón no quería morir, o que no podía dejar de pensar en que había algo más allá… en que todo esto no era un error. Sea como sea, aquí estoy.
"Porque todo es tan sencillo con Cristo"
Decidí cambiar mi vida, mi manera de pensar. Porque la felicidad no son tus circunstancias, es un estado, y es una decisión. Así que decidí ser feliz. La voluntad la pones tú. Y en mi caso, mi voluntad vino de la voluntad de Dios. Comprendí que Jesús a pesar de todo el mal que yo iba a hacer, de todo el daño que le iba a causar, de todos los errores que iba a cometer, me quería y pensaba que era digna de ser salvada. Valía la pena morir por mí, cuando yo quería morir porque pensaba que no valía la pena. Y la recuperación se hizo sencilla, se hizo sencilla gracias a Él. Porque todo es tan sencillo con Cristo. Yo soy testigo y prueba de que la frase de Carlo Acutis es verdad: “La tristeza es dirigir la mirada hacia uno mismo, la felicidad es dirigir la mirada hacia Dios. La conversión no es otra cosa que desviar la mirada desde abajo hacia lo alto”. Por supuesto que costó el proceso de volver a ser yo, me di cuenta de todo lo que había hecho, de toda la gente a la que había alejado. Dios no se movió ni un milímetro. Y un paso que di fue eliminar esa cuenta de TikTok que me había acompañado durante más de dos años, porque no me hacía ningún bien, y sobre todo no le hacía ningún bien a nadie.
Este regalo tan grande no me lo podía guardar para mí, tenía que darlo a conocer, que aquellos que vivían con dolor se dejaran sanar por Cristo. Porque Él sufrió para que nosotros fuéramos felices, para que honremos su sacrificio con el amor. Me ofrecieron la oportunidad de dar catequesis el año pasado, y no dudé en aprovecharlas. Y poco a poco conforme iban pasando los meses me iba dando cuenta que el mejor momento de mi semana era cuándo le daba a conocer, cuando hablaba de Él. No me bastaba con hacerlo 40 minutos a la semana, quería hacerlo las 24 horas del día, los 7 días de la semana, los 365 días al año. Pero ¿Cómo podía hacer eso? Las redes sociales. De repente todo encajó, mi admiración por Carlo Acutis, mi pasión por subir cosas a las redes desde que había sido niña, la inquietud de llevar el Evangelio a todos los rincones de la Tierra. Y a finales de junio de 2023, en plenos exámenes de recuperación empecé, sin saber por dónde iba ir, ni siquiera si iba a llegar a ir, pero solo sabiendo que tenía que hacerlo. Y todo fué tan natural, tan sencillo…
@sencillamentemenchu |
"Él nunca dejó de darme oportunidades"
Agradezco por el sufrimiento, las crisis, mis errores, y, sobre todo, por su perdón. Porque Él nunca dejó de darme oportunidades. Cuando no podía más, Él me levantó. Cuando alejé a todos, Él se quedó. Cuando estaba sola, Él me acompañó. Cuando me quería morir, Él me dio vida. Cuando me odiaba, Él me amó. No sé qué sería de mí si Dios no hubiera insistido tanto, si Dios no hubiera estado todo el rato intentando volver a entrar en un corazón con candado. No sé ni siquiera si estaría aquí. Pero, lo que sí sé, es que Dios permitió ese sufrimiento porque era la única manera en la que volvería a correr de nuevo a sus brazos, y para que el día de mañana otros encuentren esperanzas en mis cicatrices.
Sencillamente,