Acabamos de pasar hace un mes la Santa Navidad y ya a muchos se nos ha olvidado todo lo que esto conlleva. Y es que; “El Belén es la mayor escuela”. Si la aprendiéramos y la pusiéramos en práctica, tendríamos mucho ganado.
Para San José y la Sma. Virgen María era una alegría y lucha el abandonar todo para dar Gloria a Dios. Al igual que ellos, dejemos nuestras vidas en manos de Cristo y a los padres os propongo; que al igual que ellos tuvieron un hijo más que santo… hagáis de vuestros hijos; unos hijos santos.
El 24 de diciembre, celebramos el nacimiento del que sabemos que más adelante; perderá su vida por amor y nos invitará como cada año, a hacer lo mismo que Él. Porque quién pierda su vida por amor, por Cristo; la recobrará en la vida eterna.
Y es así como Dios nos invita a la salvación, a ser luz y a aspirar a ser magnánimos y humildes. Seamos valientes para dar testimonio de que este, cuando crezca; morirá y resucitará por todos. Derramará su sangre por sus amigos y enemigos. Entreguémonos como Él lo hizo, por el prójimo; desvivámonos por el otro. Es así, como Él nos llama a su misma vida, a la vida eterna en el cielo.
Para ello, Cristo vence de nuevo este año, nos pide pasar por medio de nuestra vida. Nos pide que seamos dóciles, humildes, pequeños y que no pongamos nuestro corazón en las cosas de esta tierra. Es el momento ideal, para crecer junto con Él y aprender a hacer esto.
Tengamos claro lo que dice Cristo de una vez para siempre; “maldigo tus pecados y los asumo sobre mis hombros; para darte una vida nueva”, “vete y no peques más”.
El Señor maldice nuestras incoherencias, nuestras ofensas hacia Él y hacia el resto de sus hijos. Con esto, se nos dice que, aunque el Señor maldiga nuestros pecados; bendice nuestros hechos y nos llama a la plenitud a todos; llevar muchas almas al cielo. Te animo a que en este año comiences a salvar a los demás; no vayas hablando de Cristo así por así; haz que te pregunten el por qué de tu felicidad, el por qué dedicas tu tiempo a otros, el por qué te desvives por tus hijos, por los ancianos, pobres, presos, enfermos; por tus hermanos, tus amigos, tus padres, etc. Que no den crédito; ni del cómo, ni del por qué. Y es ahí cuando te preguntarán, es en ese momento cuando hablarás de Cristo; de que lo puedes hacer porque Cristo está contigo y porque Él, reina tu corazón. Y es así como venceremos; los católicos vencemos con nuestros actos y palabras.
ES DIFÍCIL SER COHERENTE EN TODO MOMENTO, EN TODAS PARTES, pero nadie dijo que ser católico fuese fácil. ¡¡¡Pero merece la pena, porque se nos ha prometido la eternidad!!!
Os invito a rezar por los sacerdotes, obispos, cardenales y por el Santo Padre (sin excepción alguna); ofrezcamos nuestras dificultades por su fidelidad, por su santificación para que nos marquen el camino al cielo; para que seamos santos mutuamente. Porque su ejemplo es importante; son sucesores de San Pedro (pronto se dice). Ellos son los que se dedican a anunciar y a servir con fidelidad; muchas veces arriesgando sus vidas, a costa de su comodidad.
Su testimonio junto con el de las consagradas y otras tantas vocaciones similares; nos recuerda que la Iglesia les necesita a todos ellos para comunicar la verdadera vida, saliendo de la mediocridad tranquila. También os invito a rezar por los que no conocen a Dios o no quieren ver que va a venir. A vencer al maligno (por ejemplo; siendo partícipes de la Sta. Misa) y que la actitud del católico pese a todo sea; “amarás a Dios sobre todas las cosas”.
Entreguemos nuestro corazón con plenitud. Siendo humildes, pidámosle conocer nuestra fe, profundizar en nuestra fe, vivirla y comunicarla hasta las últimas consecuencias. Porque el Señor nos da la gracia suficiente para ser santos, creyentes, mártires; en el matrimonio, en la vida religiosa, en el sacerdocio… Y con esto, no debemos marcarnos un “Torre de Babel”; en la cual todos intentan ascender hasta Dios para igualarse a Él. Porque Dios, hizo todo lo contrario. Dios perfecto se hace uno de nosotros, se deja amar y se deja azotar cumpliendo la voluntad del Padre. Y cuando le hemos matado, después de resucitar viene a nuestras casas, a nuestras vidas para decirte a ti; “yo te amo y todo esto que he hecho por ti, lo he hecho para que tú hagas lo mismo.”
Podemos ver todos los días de nuestra vida como Cristo es fiel a sus promesas. Como Cristo se derrama por nosotros; para ricos y pobres, para ateos y católicos, para niños y ancianos, para vivos y muertos, para los que están en gracia y en guerra. Porque varias cosas debemos tener claras, pero esta es fundamental; si vivo del amor de Cristo, nada puede con mi alma; porque seré feliz en toda situación.Demos gracias por el bien del prójimo y seremos recompensados en el cielo. No maldigamos, porque quien maldice; es maldito. Hagamos apostolado por encima de nuestros gustos y así enriqueceremos a las personas.
Amemos con corazón íntegro.
Paz Fabra Marco
VCR †