¡Atrévete a debatir sobre la Eutanasia!

¡Atrévete a debatir sobre la Eutanasia!


Te ofrecemos ideas para poder tener un diálogo constructivo acerca de la Eutanasia.


El sufrimiento, el dolor y la muerte son consustanciales al ser humano. Sin embargo, la sociedad actual quiere hacer desaparecer la muerte del espacio público. Quiere presentar un mundo irreal: sin sufrimiento, sin dolor, sin muerte. El dolor y la muerte son dimensiones o fases de la existencia humana. Debemos hacer todo lo posible para superar el sufrimiento, pero extirparlo del mundo por completo no está en nuestras manos. La negación de la propia realidad puede ser causa de deshumanización y de frustración vital. Obstáculo para la vida es la actitud de quien se niega a admitir la presencia de estos hechos constitutivos de toda vida, intentando huir de ellos como si fuesen totalmente evitables, hasta el punto de convertir tal huida en valor supremo. Puede haber una huida, más o menos inconsciente, de las situaciones de sufrimiento. Por ello es necesario promover una auténtica solidaridad con el que sufre, mediante la cultura del encuentro y del vínculo.


La eutanasia se ofrece como respuesta ante el dolor y el sufrimiento. Pero la eutanasia lo que causa es la muerte a un ser humano. La eutanasia plantea la muerte como solución. Pero la muerte no acaba con el sufrimiento, acaba con la vida. No aporta soluciones a la persona que sufre, acaba con la persona que sufre. La eutanasia se plantea como un derecho para el que sufre, para los que están cansados de vivir, para los que se sienten como una carga para su familia. Pero no es un derecho porque acaba realmente con todos los demás derechos. Resulta contradictorio defender la eutanasia en el momento actual, en el que la medicina ofrece alternativas, como nunca hasta ahora, para tratar y cuidar a los enfermos en la última fase de sus vidas.

La eutanasia y el suicidio asistido son una derrota para todos. La respuesta a la que estamos llamados es no abandonar nunca a los que sufren, no rendirse nunca, sino cuidar y amar para dar esperanza. Al otorgar este "supuesto" derecho, la persona, que se experimenta como una carga para la familia y un peso social, se siente condicionada a pedir la muerte cuando una ley la presiona en esa dirección. La experiencia de los pocos países donde se ha legalizado nos dice que la eutanasia incita a la muerte a los más débiles. Frente a la muerte como solución, es preciso invertir en los cuidados y cercanía que todos necesitamos en la etapa final de esta vida. Esta es la verdadera compasión.


Yo soy dueño de mi vida, me moriré cuándo y cómo yo lo determine. Concebir la dignidad de la persona únicamente sobre la propia autonomía constituye una visión reductiva que deja al margen otras dimensiones fundamentales. Con la expresión «muerte digna» o «dignidad de la muerte» lo que se quiere decir es que «yo soy dueño de mi vida; yo muero cuando quiera». Pero la vida no es una propiedad personal, es un don que se recibe gratuitamente. La persona no es sólo para sí. Soy un regalo para los otros y no se lo puedo privar. Mi vida la cuido no sólo porque es mía, sino también porque es para mis padres, para mis hermanos, para mis sobrinos. Somos para los demás. Cuando no hay calidad no merece la pena seguir viviendo. Desde esta perspectiva, la vida humana no vale por sí misma. La calidad de la vida vale más que la vida misma. Pero ¿con qué baremo se mide la calidad de vida para llegar a afirmar que ya carece de valor o que no merece la pena ser vivida?


La persona siempre es digna, con independencia de cualquier condicionamiento. Su dignidad inviolable y su vocación trascendente están enraizadas en la profundidad de su mismo ser. «Morir con dignidad» significa morir sin dolor. Morir a su tiempo natural, sin que se acorte o se prolongue la vida. Habiendo sido informado adecuadamente. Eligiendo, si es posible, el lugar (hospital o domicilio). Participando en todas las decisiones importantes que le afecten. Morir con la ayuda espiritual que precise. “Adecuar los cuidados” significa adaptar los diagnósticos y tratamientos a la situación clínica del paciente para no caer en la obstinación terapéutica. Poder retirar, ajustar o no iniciar tratamientos que no proporcionen ningún beneficio.


Cuidar de la persona que va a morir representa una forma de asumir con responsabilidad el regalo de la vida cuando ya no es posible tratamiento alguno. Es nuestra responsabilidad humana y ética con la persona ante la muerte inminente. La enfermedad también supone para la familia un desafío emocional, un esfuerzo económico importante y no pocos desgastes familiares de diverso calado. El paciente lo ve y también lo sufre. Es muy importante no solo asegurar el sostenimiento del enfermo, sino también el soporte adecuado para que la familia pueda hacer frente al desafío que supone la enfermedad de uno de sus miembros.


  1. El derecho a no sufrir inútilmente.
  2. El derecho a que se respete la libertad de conciencia.
  3. El derecho a conocer la verdad de su situación.
  4. El derecho a participar en las decisiones acerca de las intervenciones a que se le haya de someter.
  5. El derecho a mantener un diálogo confiado con los médicos, familiares, amigos y personas de los ambientes donde ha desarrollado su vida.
  6. El derecho a que sea respetada su privacidad y la presencia y trato con sus familiares.
  7. El derecho a dejar resueltos los asuntos que considera fundamentales para su vida.
  8.  El derecho a recibir consuelo espiritual y la ayuda de Dios, fuente de amor y misericordia. 


El creyente necesita a Dios, experimentar su cercanía y compañía, recibir su fortaleza y consuelo, acoger su misericordia llenándose de esperanza y paz.


Material realizado por la Conferencia Episcopal Española

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