Hoy, Domingo XXXIV del Tiempo Ordinario, y último del Año Litúrgico, celebramos la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. En el origen de esta festividad se encuentra el Concilio I de Nicea el año 325 donde se hubo de hacer frente a las herejías de Arrio y Nestorio, entre otros, que proclamaban a Jesús como un hombre adoptado por Dios como hijo, pero sin asumir que es Dios hecho Hombre.
Por ello se definió en el citado Concilio que Cristo es el Verbo Encarnado consubstancial al Padre, artículo que se incluye en el Credo. Aprovechando que en 1925 se cumplían XVI siglos de la Proclamación de este Dogma, el Papa Pío XI escribe la Encíclica Quas Primas donde aborda el recuerdo de esta definición dogmática y ahonda en este Misterio de Salvación y le presenta como un Rey que quiere entrar en el corazón de todos los hombres. Cristo tiene que reinar hasta que haga de sus enemigos estrado de sus pies.
El último enemigo aniquilado será la muerte. Tened los mismos sentimientos de Cristo, el cual, a pesar de su condición divina no hizo alarde de su categoría de Dios. Al contrario. Se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavos pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de Cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre sobre todo nombre.
De modo que al Nombre de Jesús, toda rodilla se doble en el Cielo, en la tierra, en el abismo y toda lengua proclame: “Jesucristo es Señor, para Gloria de Dios Padre”. Esta celebración comenzó llamándose Cristo Rey y se celebraba el último Domingo de octubre para dar sentido a Jesús como el Santo entre todos los Santos que se celebraban el 1 de noviembre. Después de la Reforma del Concilio Vaticano II pasó a celebrarse el último domingo del Año Litúrgico en noviembre. De esta forma, entramos en la Última Semana del Ciclo B donde se ha proclamado el Evangelio según San Marcos en la Misa Dominical. El próximo sábado, con las I Vísperas, dará comienzo el Tiempo de Adviento y un nuevo Ciclo Litúrgico.
Por ello se definió en el citado Concilio que Cristo es el Verbo Encarnado consubstancial al Padre, artículo que se incluye en el Credo. Aprovechando que en 1925 se cumplían XVI siglos de la Proclamación de este Dogma, el Papa Pío XI escribe la Encíclica Quas Primas donde aborda el recuerdo de esta definición dogmática y ahonda en este Misterio de Salvación y le presenta como un Rey que quiere entrar en el corazón de todos los hombres. Cristo tiene que reinar hasta que haga de sus enemigos estrado de sus pies.
El último enemigo aniquilado será la muerte. Tened los mismos sentimientos de Cristo, el cual, a pesar de su condición divina no hizo alarde de su categoría de Dios. Al contrario. Se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavos pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de Cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre sobre todo nombre.
De modo que al Nombre de Jesús, toda rodilla se doble en el Cielo, en la tierra, en el abismo y toda lengua proclame: “Jesucristo es Señor, para Gloria de Dios Padre”. Esta celebración comenzó llamándose Cristo Rey y se celebraba el último Domingo de octubre para dar sentido a Jesús como el Santo entre todos los Santos que se celebraban el 1 de noviembre. Después de la Reforma del Concilio Vaticano II pasó a celebrarse el último domingo del Año Litúrgico en noviembre. De esta forma, entramos en la Última Semana del Ciclo B donde se ha proclamado el Evangelio según San Marcos en la Misa Dominical. El próximo sábado, con las I Vísperas, dará comienzo el Tiempo de Adviento y un nuevo Ciclo Litúrgico.
Fuente: La cope