Respuesta
Creo que es importante entender y aclarar desde un inicio que todo pecado, sea venial o mortal, es malo pues tiene un efecto negativo con Dios, los demás y nosotros mismos. Ya el catecismo de la Iglesia Católica nos lo menciona en el número 1849: “El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de u apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana…”
En su tiempo, el Papa Juan Pablo II en su exhortación apostólica “Reconciliatio et pænitentia” nos menciona que el pecado mortal es cuando por medio del pecado, el alma comete una acción desordenada que llega hasta la separación del fin último (Dios) al que está unida por la caridad. Y por ende el pecado venial no nos priva de la gracia santificante o de la amistad con Dios. Y para distinguir si es mortal la Iglesia nos propone los siguientes tres criterios:
En su tiempo, el Papa Juan Pablo II en su exhortación apostólica “Reconciliatio et pænitentia” nos menciona que el pecado mortal es cuando por medio del pecado, el alma comete una acción desordenada que llega hasta la separación del fin último (Dios) al que está unida por la caridad. Y por ende el pecado venial no nos priva de la gracia santificante o de la amistad con Dios. Y para distinguir si es mortal la Iglesia nos propone los siguientes tres criterios:
Materia Grave
En pocas palabras si la ofensa o pecado es seria o directa contra la ley de Dios que son los Diez Mandamientos. Y por seria entendemos la magnitud del acto, pues no es lo mismo robarle 10 pesos a la bolsa de tu mamá que robar medio millón de pesos a tu vecino. En resumen que esta falta haga mucho daño.
Pleno conocimiento
Muy fácil. Es el conocer y saber que lo que estás por hacer es malo, que es pecado y que estás por cometer con todos tus sentidos.
Pleno consentimiento
Es cuando sabiendo que el acto o pecado es malo (conocimiento) lo hacemos con plena libertad y consentimiento. Es decir, que siendo pecado mortal o sabiendo la magnitud del pecado y que puedes afectar a otro aún así no te importa y lo haces.
En este punto hay que tener cuidado al juzgar el acto de la persona cuando su libertad se ha visto coartada por terceras personas, alguna enfermedad psicológica, drogas… que no dependieron de uno mismo. Esto no quiere decir que no sea pecado, sino que la persona no puede ser culpable del todo de ese acto.
Con todo esto no quiero decir que el pecado venial deja de ser pecado y una ofensa a Dios, solo que no mata nuestra alma y nuestra relación con Dios, pero hay que ser conscientes que mientras más pecados veniales cometamos más nos acercamos al pecado mortal pues va debilitando nuestra alma y nos exponemos a caer en un pecado mortal.
Somos responsable de nuestros propios actos y de nuestra conciencia, que esto no nos haga llegar al juzgar a las personas pues sólo Dios es capaz de juzgar a las almas, nosotros nuestros actos. Tampoco es tan complicado discernir la magnitud de un acto a no ser que nos queramos engañar a nosotros mismo.
Lo que nos debería llenar de esperanza es lo que nos dicen en Romanos 5, 17: “Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia”, Dios es amor y por lo mismo quiere que nos salvemos y por eso nos espera con los brazos abiertos en la Cruz, donde quiso morir por tus y mis pecados, pero resucitó para elevar nuestra alma al cielo por medio del sacramento de la reconciliación.
En este punto hay que tener cuidado al juzgar el acto de la persona cuando su libertad se ha visto coartada por terceras personas, alguna enfermedad psicológica, drogas… que no dependieron de uno mismo. Esto no quiere decir que no sea pecado, sino que la persona no puede ser culpable del todo de ese acto.
Con todo esto no quiero decir que el pecado venial deja de ser pecado y una ofensa a Dios, solo que no mata nuestra alma y nuestra relación con Dios, pero hay que ser conscientes que mientras más pecados veniales cometamos más nos acercamos al pecado mortal pues va debilitando nuestra alma y nos exponemos a caer en un pecado mortal.
Somos responsable de nuestros propios actos y de nuestra conciencia, que esto no nos haga llegar al juzgar a las personas pues sólo Dios es capaz de juzgar a las almas, nosotros nuestros actos. Tampoco es tan complicado discernir la magnitud de un acto a no ser que nos queramos engañar a nosotros mismo.
Lo que nos debería llenar de esperanza es lo que nos dicen en Romanos 5, 17: “Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia”, Dios es amor y por lo mismo quiere que nos salvemos y por eso nos espera con los brazos abiertos en la Cruz, donde quiso morir por tus y mis pecados, pero resucitó para elevar nuestra alma al cielo por medio del sacramento de la reconciliación.
Fuente: NEWFIRE