Quizás esta foto no te diga mucho. Pero mí si la verdad. A Pepe nos lo llevamos a Misa cada vez que vamos e intentamos ir incluso entre semana. Pepe es pequeño y no le exigimos que esté atento ni mucho menos. Él juega, monta en bici, llora un poquito a veces. Lo normal en un niño de su edad cuando va a Misa creo yo.
Pero en el momento de la consagración, el más importante de la Santa Misa, siempre lo cogemos para que sepa desde ya que este momento es diferente. Aquí se para el juego porque llega Jesús.
Y resultó que mamá se puso de rodillas allí en el reclinatorio, yo estaba más atrás vigilando a Pepe y en aquel momento se fue hacia ella y se puso de rodillas junto a mamá.
Aproveché para hacerle la foto, aunque está regular, porque me pareció fascinante el poder del ejemplo. Vaya por delante que no espero que lo haga siempre. Pero me quedo con el gesto.
Qué importante es que nuestros hijos nos vean vivir nuestra Fe sin complejos. Rezar delante de ellos. Llevárnoslos a Misa. Enseñarles, acompañarles. Y desde chiquititos!