La flecha de Cupido

La flecha de Cupido

   

    ¿Es malo sentirse atraído por algo o alguien y dejarse llevar? ¿Es eso amar de verdad? Si entendemos cuál es esa atracción, comprendemos entonces que el deseo es siempre necesario para amar, pero que el amor que depende de él o se reduce solo a él no es amor verdadero, sino una atracción egoísta.

    De los tres tipos en que podemos clasificar el amor, el primero y más elemental de ellos es el que los griegos llamaban eros, de donde procede la raíz de palabras como erotismo o erótico. Es el amor que se atribuye al cuerpo, la atracción por lo físico, el amor sensible. Y es muy fácil pensar inmediatamente en la atracción sexual, pero esa es una mínima parte. Los filósofos entendían que el eros es la atracción que siente el hombre por todo lo que estimula sus instintos corporales, desde la atracción física por la persona que te gusta hasta el apetito por una suculenta tarta de chocolate. Así de básicos podemos ser, y de hecho lo somos; animales con alma, pero aún animales.

    La clave para diferenciarlo es que se trata de un amor pasivo, es decir, que es una atracción cuyo origen está fuera de uno mismo, un sentimiento de preferencia que no podemos controlar. De ahí que su nombre sea el mismo que el de aquel mensajero de los dioses que conocemos mejor por su nombre latino, Cupido. El sentimiento del eros, que bien podríamos identificar con el deseo, es un flechazo que no elegimos, aunque siempre seamos dueños de nuestros actos. Pero eso ya es otra historia.

    Solo con que mires tus gustos, las cosas que te apetecen y te atraen, puedes comprobar que este factor siempre está presente en tu vida, condicionando todo lo que haces y piensas, y también cómo amas. Este no es solo un tipo de amor, que pueda ser mejor o peor, sino una parte del amor que todos estamos llamados a vivir. No podemos amar sin este componente, porque somos humanos, y no tenemos otra forma de hacerlo.

    Para entender que el eros no es malo de por sí, bien por ser instintivo o irracional, piensa que Jesús también experimentó este amor, que no es perfecto, pero es una parte del amor humano que en Él sí que era perfecto. Amó a la Virgen, su Madre, por lo bellísima que es, amó a sus amigos por su carácter y su forma de ser, amó las cosas de este mundo por todo lo de bueno que hay en ellas, y te amó a ti solo con verte

    Necesitamos de la atracción y el deseo para amar todo lo que es amable, y por eso el eros también compone nuestro amor. El problema está en dejar que nos domine, y que nuestro apetito dirija nuestro amor. Entonces sí que seríamos como animales sin alma.



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