La joven italiana Clara Badano fue un regalo tardío pero muy esperado para sus padres, pues llegó a los 11 años de matrimonio y fue hija única.
Antonio Moreno, de la Diócesis de Málaga nos muestra a esta joven beatificada por Benedicto XVI y que falleció el 7 de octubre de 1990, con 19 años de edad.
Tenía muchos talentos. Era deportista, guapa, contaba con multitud de amigos y, a los 9 años, se adhirió al movimiento de los Focolares. Allí descubre a Dios como el centro de su existencia comprometiéndose a vivir con radicalidad el Evangelio. Pronto llegaría la prueba: un cáncer de huesos la arrastra a un largo calvario de operaciones, estancias hospitalarias y tratamientos agresivos. Ante cada nuevo reto, sus palabras eran: «¡Por ti, Jesús, si lo quieres tú, lo quiero también yo!». Cuando perdió la sensibilidad en las piernas afirmó: «No tengo piernas pero el Señor me ha dado alas… Si tuviera que escoger entre caminar o ir al paraíso escogería sin titubear: ir al paraíso».
Cuando le comunicaron que su muerte estaba próxima, le dijo a los suyos: «es el Esposo que viene a visitarme, ¿verdad?». Y así preparó los detalles de su funeral, como si de una boda se tratase: las flores, el peinado, el vestido blanco… A sus 18 años, su última voluntad fue pensando en los demás: donar sus córneas, los únicos órganos que el cáncer no afectó.
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